FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU, de G.W.F. Hegel
Un comentario cooperativo coordinado por Edgar Maraguat
3.32
Llegan a coincidir el interior del fenómeno y el interior del entendimiento, de modo que desaparece el fenómeno (o elemento mediador) como algo distinto o telón. El mirar que sustituye a todo ello es la autoconciencia.
Hay que pasar detrás del fenómeno para ver y para que haya algo que ver, para saber qué sea la verdad de esa noción o representación de fenómeno e interior, cosa que precisa de muchas circunstancias (como también lo hace el conocer qué sabe la conciencia sabiéndose a sí misma...).
3.31
Es para nosotros la comprensión de la forma esencial del objeto como concepto puro. (La exposición del concepto de infinitud pertenece a la ciencia). La conciencia toma ese concepto inmediatamente [sin rememoración de la experiencia precedente]. El resultado es la figura de la autoconciencia: ella misma convertida en diferencia en sí, en distinción de lo indistinto. La marcha necesaria hasta aquí expresa para nosotros que la autoconciencia es la verdad de las figuras precedentes [está claro que entender esto es principal].
Con esto la autoconciencia no ha hecho más que empezar a devenir para sí.
3.30
Al ser la infinitud objeto para la conciencia precisamente siendo ésta aquello que esa infinitud es, la conciencia resulta ser autoconciencia. [Recap.:] El explicar del entendimiento es de entrada sólo la descripción de lo que la autoconciencia es: un suprimir/superar diferencias introduciendo nuevas diferencias. El movimiento como tal no es todavía objeto del entendimiento [lo son las diferencias particulares].
En la explicación hay tanta autosatisfacción porque ahí la conciencia goza, disfruta de sí misma, da vueltas en torno a sí misma.
3.29
Pero se relaciona (o versa), de modo que se disocia al relacionarse.
No necesitamos preguntarnos cómo surge la diferencia (un interrogante que ha atormentado a la filosofía), pues la disociación ha sucedido siempre ya (lo igual a sí mismo es uno... de dos). La unidad no es ella misma sino un momento de la disociación, la abstracción de la simplicidad, algo negativo.
[Visto de otro modo:] el convertirse en igual a sí mismo es un disociar o disociarse.
3.28
Lo simple de la ley es la infinitud; [recapitulación/significado:] (a) lo simple es la fuerza, que, como infinitud, es ley [necesaria y diferenciada]; (b) lo disociado se presente como algo que se sostuviese por sí mismo; (c) pero mediante el concepto de diferencia interna eso desigual (presentado como indiferente) es visto como diferencia que no es diferencia alguna.
3.27
Lo contrapuesto no es uno de dos. Es lo contrapuesto de lo (otro) contrapuesto, de modo que lo otro está inmediatamente presente en él.
Se puede decir que el mundo invertido cae sobre el primero o que cae sobre sí mismo. Él es él mismo y también su opuesto, en una unidad. Así la diferencia es interna o en sí misma, o es como infinitud.
3.26
De estarlo, tendríamos un mundo [efectivamente] sensible (el primero) y un mundo representado como sensible, pero que no podría ser visto, oído, tocado, etc.
En realidad tenemos que el mundo invertido es tan real como el primero, está presente de verdad en el primero. (Ejemplos) [Este punto es decisivo; uno de los párrafos más importantes].
3.25
3.24
Este segundo mundo suprasensible es el mundo al revés o invertido. Lo interior se cumple (ahora) como fenómeno (es decir, obtiene para sí el principio del cambio).
3.23
Esta ley (segunda) expresa la conversión de lo igual en desigual y viceversa.
(El concepto entabla la pretensión de que la falta de pensamiento piense/ponga juntas ambas leyes).
Esta diferencia se presenta como diferencia de la cosa misma [der Sache selbst] o diferencia absoluta.
3.22
Con la explicación el cambio y trueque que antes quedaba en el fenómeno (un movimiento que consiste en que se haga una diferencia que a continuación se suprime/supera) penetra en lo suprasensible mismo [¿causalidad trascendental?], entendido como entendimiento.
3.21
Pero el entendimiento sí tiene el concepto de tal diferencia (que es diferencia en sí misma o diferencia interior): en la ley que es interior y a la vez ley de las diferencias (o partes).
Esta diferencia interna empieza recayendo en el entendimiento (no está aún puesta en la cosa), como un movimiento que llamamos explicar (o explicación). La explicación de un evento singular apela a una ley y se resume en una fuerza (como esencia de la ley). Ahora la fuerza tiene las mismas características que la ley.
3.20
Hay necesidad de la división, pero no de las partes, con lo cual la necesidad es un espejismo. El movimiento resulta ser relación superficial de entidades en sí mismas.
3.19
Tenemos, pues, la ley de dos modos: como una expresión de diferencias o como fuerza o abstracción [modos análogos a los del también y el uno del cap. 2].
Desde el punto de vista de la abstracción [o el concepto de la ley], la necesidad de la determinación es una palabra vacía.
3.18
Si consideramos el puro concepto (como) el verdadero interior, resulta que la determinidad pertenece al fenómeno o, más bien, al ámbito del ser sensible.
El concepto de ley se opone a la ley, pues en ésta la diferencia queda inmediatamente aprehendida, esto es, los momentos son asumidos, pero a la vez son determinados, mientras que en el puro concepto las diferencias presentes en la ley retornan (otra vez) al interior (entendido como unidad simple).
El concepto de la ley (o la atracción universal) es la interna necesidad de la ley.
3.17
Es la diferencia apaciguada. La ley es la imagen consistente y estable, constante, del inconstante fenómeno. El mundo suprasensible es un reino de leyes, que es la verdad del entendimiento.
Pero, a la vez, es sólo una primera verdad. Pues la ley está presente en el fenómeno, pero no es su entera presencia. Al fenómeno le queda siempre para sí un lado que noestá en el interior, algo que, por cierto, debe notarse en la ley misma.
Se nota en la determinidad [o determinación] de la ley: la ley va de la universalidad que nada explica a la multiplicidad que contradice la unidad de lo interior.
Si se extrema la exigencia de unidad, se acaba en el [mero] concepto de ley, según el cual toda realidad es en sí misma legiforme (una expresión de gran importancia, por lo demás).
(La “ley” de la atracción universal expresa ese concepto).
3.15
Esto no quiere decir que lo suprasensible sea el mundo del saber y percibir sensibles siendo ahí, sino ellos en cuanto suprimidos/superados.
3.16
El movimiento o juego de fuerzas es la mediación por medio de la cual el interior se llena o llenará.
3.14
De entrada la conciencia (para la que el interior es puro más allá) es vacía... la nada del fenómeno (y, positivamente, lo universal simple). Este modo de ser del interior concuerda con el sentir de los que dan el interior por incognoscible.
Pero la razón de ello [de que sea incognoscible] es ésta: que eso interior es un vacío, viene definido precisamente como el más-allá de la conciencia.
Si no hubiera otra cosa, nos tendríamos que conformar con algo no verdadero (el fenómeno [1]) o llenar el vacío con ensoñaciones (fenómenos [2] que la conciencia engendra).
3.13
[¿Qué significa esto? Que] nuestro objeto es, de ahora en adelante, el silogismo [Schluß, inferencia] cuyos extremos son el interior de las cosas y el entendimiento y cuyo término medio es el fenómeno.
El (movimiento del) silogismo aporta la ulterior determinación del interior y la experiencia que el entendimiento hace de la relación de estar anudado/trabado [Zusammengeschlossenseins].
3.12
Esta “verdadera esencia de las cosas” (el segundo universal) se determina como no siendo inmediatamente para la conciencia. La conciencia tiene con el interior una relación mediata; el entendimiento mira, a través del juego de las fuerzas, en el verdadero trasfondo de las cosas. El ser desarrollado de la fuerza es el medio que une siendo un desaparecer. Por eso se lo llama apariencia (un ser que es en sí mismo un no ser).
Pero ese ser desarrollado de la fuerza es también fenómeno, es decir, un todo de apariencia. Ese todo en cuanto todo es el que constituye el interior, el juego de las fuerzas en cuanto reflexión de ese todo sobre sí mismo [anticipa 3.15].
A partir de él, la conciencia queda reflectida en sí misma como lo verdadero, si bien como [buena] conciencia convierte otra vez lo verdadero en interior objetual y distingue la reflexión de las cosas de la suya, de modo que el movimiento mediador tiene aún el carácter de objeto ahí. Así la conciencia tiene a la vez en ello lo verdadero, pues tiene la certeza de sí en ese extremo. Pero no es consciente de tal cosa, de ese [fundamento] o razón [de sí]. Por ello, lo interior es para ella concepto, pero [decimos que] no conoce la naturaleza del concepto.
Este verdadero interior es lo absolutamente universal, limpio de contraposición. En él empieza abriéndose (ahora), por encima del mundo sensible-fenoménico (desapareciente), un mundo suprasensible (o más allá) como el verdadero mundo (permanente, durable): un en-sí que es el primer (e incompleto) fenómeno de la razón (el puro elemento en que la verdad tiene su ser).