El esto queda puesto como nada del esto [aufgehoben]. Lo sensible sigue aquí, pero no como lo singular supuesto, sino como universal que se determinará como propiedad (esa nada es ella misma sensible, pero “inmediatez universal”).
El ser es propiedad determinada: expresión inmediata de la mediación o negatividad. Pero al ser expresión en la simplicidad, las propiedades son indiferentes recíprocamente.
Y la universalidad simple misma es a su vez distinta de ellas: la coseidad, que viene a ser el aquí y ahora tal y como resultó en 1.
Las propiedades lo son de un mismo aquí y, sin embargo, no se afectan (están referidas a sí mismas).
La coseidad es el puro universal mismo como medio o elemento de las muchas propiedades.
[A la luz de 2.4. este párrafo parece mal organizado].
Dice Hegel en este párrafo: “El Aufheben [suprimir superando] se presenta con ese su verdadero doble significado que hemos visto en lo negativo; el Aufheben es un negar y un conservar a la vez; la nada, en cuanto, nada del esto, conserva la inmediatez y, por tanto, es ella misma sensible, pero una inmediatez universal”. Con esto, observamos que, aunque se ha superado la certeza sensible, esa superación conserva algo de la figura anterior: lo sensible. Lo sensible, o el ser, ahora va a consistir en un universal que contiene en sí mismo la mediación o lo negativo y que al expresarlo va a consistir en una propiedad determinada, es decir, una propiedad distinta a las demás. La cosa o “coseidad” va a consistir en el medio y elemento en el que esas determinidades están todas, penetrándose unas a otras”.
ResponderEliminarHegel, a lo largo de este capítulo, trata ver de cómo es posible eso de una cosa de múltiples propiedades. Examinará lo cosa Uno o la cosa También y examinará si esa unidad o esa diferencia pertenece a la cosa (como esencial e inesencial) o, en realidad, es la percepción la que introduce tal unidad o tal diferencia. Concluirá, que en el percibir, al tomar la cosa tal y como esta es en verdad, ambos “momentos”, la unidad y el También, se encuentran a la vez en la cosa, lo que terminará dando lugar a la auto-cancelación, por decirlo de alguna manera, de la cosa. Dice Hegel en el párrafo 15: “Ahora bien, precisamente mediante el carácter absoluto de la cosa y su consiguiente contraposición, la cosa se comporta respecto a las otras y la cosa no es esencialmente sino dicho comportamiento; con lo que tenemos que esa relación es precisamente la negación de la autonomía, resultando entonces que la cosa no hace sino irse a pique a causa precisamente de esa su propiedad esencial.” O, en el párrafo 16: “La cosa está puesta como ser-para-sí, o lo que es lo mismo: como la negación absoluta de todo ser otro; y, por tanto, esa negación es una negación absoluta, una negación que sólo se refiere a sí misma; pero la negación que se refiere a sí misma no es sino la supresión o superación de sí misma, o lo que es lo igual: el tener su esencia en otra cosa”. Esto nos lleva de la universalidad condicionada, en que consistía la figura de la percepción, a la siguiente figura de la conciencia: el entendimiento, que es “la universalidad absoluta incondicionada” (párrafo 19).