[Recapitulación:]
La individualidad sensible desaparece y se convierte en universalidad (sensible). La individualidad emerge [aquí] como verdadera individualidad: como ser-en-sí del uno (como un estar reflectido en sí mismo).
Hemos visto dos esfuerzos por mantener separados los extremos dichos, que no funcionan: la distinción de aspectos (uno-también) y la distinción entre lo esencial y lo inesencial (diferencia absoluta y múltiples características).
Lo verdadero [la cosa] se revela [en ambos] como teniendo por esencia suya la universalidad carente de distinción y determinación.
El llamado sano sentido común (o entendimiento humano percipiente [luego el entendimiento está ya en 2]) es el juego de los poderes de las vacías abstracciones de la individualidad y la universalidad (a la individualidad contrapuesta). Va de un lado para otro (sofísticamente) y se resiste así a la verdad.
La filosofía (propiamente) se adueña de esas determinidades (en lugar de tomarlas por lo verdadero y quedar a merced de ellas). El entendimiento percipiente no se percata de que ellas se han adueñado de él, y las trata como contenidos sólidos.
En verdad la naturaleza de esos seres (esencias o determinidades) quiere llevar al entendimiento corriente a ponerlos juntos y, por medio de ello, a suprimirlos/superarlos.
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