Se presenta la certeza sensible como saber inmediato de lo inmediato, que aparece como el más rico y veraz, pero resulta dar con la verdad más abstracta y pobre. Su verdad contiene solamente el ser.
La conciencia es aquí puro yo o puro éste y su objeto es puro esto. La certeza es pura relación inmediata. Aquí el individuo sabe lo individual.
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ResponderEliminarHegel va a situar la primera formación o momento de la conciencia en la certeza sensible, que define como “un saber inmediato, saber de lo inmediato”, es decir, como un saber inmediato sobre lo inmediato. Hegel comienza por esta “formación” de la conciencia, porque trata de relatar la historia del saber en su devenir, del saber que llega a saber absoluto o, dicho de otro modo, la conciencia que llega a ser autoconciencia, en la que lo absoluto no es sólo sustancia, sino también sujeto (autoconciencia). Ése es el término del devenir de la conciencia. Por ello, Hegel comienza por la conciencia más ingenua y no por una conciencia que empiece a dudar sistemáticamente (Descarte o Fichte), pues ese dudar es ya una figura posterior que surge de la negación y superación de figuras precedentes. Esa conciencia ingenua es la que se refleja en la certeza sensible.
ResponderEliminarPese a la redundancia, diremos que la certeza sensible se presenta como un saber no-mediado, sin intermediarios, por lo que es, a la vez, el saber más rico y verdadero. Por estas razones, Hegel nos advierte varias veces de que “Nosotros no tenemos, por tanto, que comportarnos de forma igualmente inmediata o receptiva, es decir, no cambiar nada en él.” (0.1, pág. 197) (ó 1.4)
De este modo, la certeza sensible es como (y no estoy seguro de que el ejemplo sea correcto) cuando miramos por el rabillo del ojo y tenemos la noticia de que “hay” algo, pero no sabemos muy bien qué. Dice Hegel: “de aquello que sabe (la certeza sensible), lo único que dice es que eso que ella sabe ‘es’.”
La certeza sensible, pues, es como una pantalla donde se proyecta, sin mediación alguna, el objeto o, lo que es lo mismo, la verdad. (Pese a que Jiménez Redondo, en sus notas, llama la atención muchas veces de que Hegel aquí está tomando a Platón, creo que esta actitud, esta forma de certeza, también se refleja en autores de la filosofía moderna como Descartes o Hume, en los que la conciencia es una conciencia inerte, donde se proyecta el objeto. Fue Kant, con su giro copernicano, quien invirtió esta concepción de la conciencia). Al final del primer párrafo del capítulo I, Hegel dice: “Y así, esa certeza, en cuanto relación , es pura relación inmediata; la conciencia es yo y nada más, un puro este; y lo único que el individuo sabe es un puro esto, o lo individual” (1.1, pág. 198).
Vamos a dar ya el último paso. Hemos llegado a la conclusión de que la certeza sensible es como una pantalla donde se proyecta, sin mediación, el objeto, es decir, la verdad y la aprehende en su individualidad. El siguiente paso que vamos a dar es poner de manifiesto que es justamente lo contrario: la certeza sensible aprehende, no la individualidad, sino la universalidad (que es su verdad). La certeza sensible aprehende, da noticia, del ser de la cosa, nos dice tan sólo que tal cosa “es”, pero no en su individualidad, pues se proyecta del mismo modo el aquí-mesa que ahora tengo delante que el aquí-cuaderno que también tengo delante. De este modo, la certeza sensible recoge, por así decirlo, la “forma” de lo que se le presenta – recoge el ser – pero no la individualidad de ese ser. Lo mismo da que sea ahora de noche o de día, que sea un cuaderno, una montaña, o el cielo. La certeza sensible da noticia tan sólo del ser de ellos, no de su individualidad. Creo que ésta es la conclusión del párrafo 6: “Tal cosa simple, que es por negación, que no es ni esto ni aquello, un no-esto, y asimismo indiferente para ser tanto esto como aquello es lo que llamamos un universal; y lo universal es. Pues, en realidad lo verdadero de la certeza sensible.” (1.6, pág. 200)
Por esta razón, la certeza sensible, que se presentaba como el saber más rico y más verdadero, resulta ser “la verdad más abstracta y la verdad más pobre.”