0.8

La meta, igual que la serie, está fijada.

La conciencia es para sí misma su concepto y según él se muestra insatisfecha hasta que concepto y objeto se corresponden: la progresión hasta entonces es irrefrenable.

La diferencia entre la conciencia y lo natural es que aquella tiene dentro de sí su propio concepto, esto es, su propio fin. Según él está juzgándose constantemente a sí misma (autoexamen), y cambiando en consecuencia.

Así sufre una violencia que le lleva a superar el miedo a perderse, el miedo a la verdad que se cierne sobre ella.

4 comentarios:

  1. La cuestión es: ¿qué verdad da miedo? Bueno, para empezar la verdad misma de la inquiescencia (insatisfacción) propia de la conciencia; la verdad de que nada es para ella "bueno en su especie" (precisamente porque es especie, o sea, porque es finito o limitado, y ella sólo encontrará satisfacción en una ilimitación, en lo Absoluto).

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  2. Ahora bien, esa fugacidad e inquiescencia es para Hegel no una verdad de la conciencia, sino la verdad sin más: "Lo desapareciente mismo debe considerarse más bien esencial, pero no como teniendo la determinación de algo fijo que estuviese separado y cortado de lo verdadero y que hubiera que dejar estar fuera de lo verdadero, no se sabe bien dónde, así como lo verdadero tampoco es algo que estuviese quieto en el otro lado, algo positivo pero muerto" (Prefacio, p. 148).

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  3. Hegel en relación con los párrafos anteriores describe la conciencia señalando que por su propia naturaleza esta en continuo movimiento. Un movimiento hacia lo incondicionado, lo Absoluto. Esto es lo que significa que la meta está fijada. En la naturaleza de la conciencia está ya contenido lo incondicionado como objetivo. A partir de este párrafo Hegel explicara cómo funciona el movimiento entendido como avance de la conciencia y que consecuencias tiene este avance con respecto de lo que es el saber real. Necesariamente debemos reconocer que la conciencia está sujeta al movimiento y tiene en su naturaleza la persecución de un determinado fin, su meta está fijada. ¿Pero porque concebir la conciencia como sujeta al movimiento?
    Para Hegel la conciencia es para sí misma un concepto y si es para sí misma un concepto tiende o se mueve hacia lo incondicionado. En la naturaleza de la conciencia no está buscar contenidos completos e irrevisables que funcionan como axiomas que describen el mundo. Dicho de otro modo la conciencia no crea conceptos o definiciones irrevisables que describen el mundo. El concepto no es algo solido. Los conceptos no son creados por la conciencia para que en su definición agoten sus posibilidades de significar, por el contario el concepto bajo la luz de la conciencia es una especie de agujero negro que absorbe y asimismo crea nuevos significados. De la misma manera el escepticismo está abierto a la revisión de su significado.
    El movimiento implica violencia, en el sentido de que existe una insatisfacción constante en la conciencia respecto de sus propios productos o figuras que convive con la angustia de no poder encontrar una satisfacción. Podemos decir que en la conciencia hay una falta, un agujero que nunca puede ser tapado definitivamente. Este agujero podemos suturarlo pero en ningún caso saturarlo. El movimiento en definitiva es lo que para Hegel se aproxima al saber verdadero.

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  4. Tanto la meta como la serie de figuras que la conciencia tiene que recorrer hasta llegar a ella, están ya prefijadas, es decir, son necesarias. Y son necesarias porque “la conciencia es para sí misma su concepto”. Esto podemos explicarlo aristotélicamente. La conciencia o, mejor dicho, el saber absoluto en la conciencia está en potencia (en-sí), pero aún no se ha desarrollado. A través de las sucesivas etapas, irá desplegando sus potencialidades, hasta “actualizarse”, ser para-sí. Es por ello, que la meta y el camino ya están prefijados. La meta se alcanzará cuando “el saber no necesite ir más allá de sí mismo, [...] y el concepto corresponda al objeto y el objeto corresponda al concepto”.
    La conciencia sabrá cuando ha llegado a la meta no se sienta limitada y confinada, cuando no sienta un más-allá de sí misma. Es en virtud de este sentirse confinada, de saberse limitada y tener “conciencia”, valga la redundancia, de que hay un más-allá de la figura en que se encuentra, que la conciencia seguirá su avance hasta el saber absoluto. Esto, además, supone algo violento a la conciencia pues cuando cree o se miente a sí misma de que ya está en la verdad, esa transfinitud que la caracteriza (utilizando un concepto de García Bacca) le impulsará a abandonar ese estado, negándolo y superándolo, y seguir avanzando.

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