La experiencia (que la conciencia hace de sí) comprende la totalidad de las figuras de la conciencia, hasta el punto en que ella se despoja de la apariencia (Schein) de habérselas constantemente con algo ajeno, de verse afectada por algo ajeno que es otra cosa que ella y, simplemente, para ella.
Sigue el mismo curso que seguirá la lógica, pero no abstractamente (o en su puridad), sino como el curso de una experiencia, de aquello que es para la conciencia.
El movimiento dialectico ha de comprender la totalidad de las figuras porque en ese moverse la conciencia, en el inevitable camino hacia lo absoluto están contenidas las figuras de la conciencia.
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